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Templanza en la Conducta

Templanza

Una de las virtudes cristianas cardinales es la templanza o el dominio propio (I Corintios 9:25; Tito 1:8; 2:2). Ésta aparece en la lista del fruto del Espíritu (Gálatas 5:23). Somos amonestados a ser moderados y equilibrados en nuestra conducta (Filipenses 4:5). Las Escrituras indican que tenemos la prerrogativa de controlar nuestro pensamiento (Filipenses 4:8), enojo (Efesios 4:26) y lo que decimos (Efesios 4:29; Colosenses 3:8).  El ejercicio del dominio propio refleja el poder de Dios en nuestra vida (I Corintios 9:27; II Pedro 1:5-11).

Conducta ofensiva

La Biblia enseña claramente que,  como una demostración de nuestro amor, debemos ser sensi­bles a las necesidades y los sentimientos de los demás (Mateo 22:39; Romanos 12:9-21; 13:10; Filipenses 2:3-5). A veces tenemos que controlar nuestros impulsos para no ofender a otros (Romanos 14:13-21; I Corintios 8:9-13). De la manera en que conocemos a Cristo según el Espíritu, así también debemos comprender a los demás para que no los juzguemos solamente por su conducta externa (II Corintios 5:16). Nuestras relaciones personales deben caracterizarse por el respeto y la tolerancia hacia las diferencias (Romanos 14:2-3; I Corintios 8:8; Efesios 4:2; Colosenses 3:13; I Timoteo 4:1-5).

Adicción y esclavitud

Uno de los beneficios principales de nuestra libertad en Cristo es la facultad que tenemos para dominar los impulsos negativos (Juan 8:32, 36; Romanos 6:1-4; 8:2).  Se nos aconseja no volver a quedar bajo el yugo de esclavitud (Gálatas 5:1). Por lo tanto, un cristiano debe abstenerse de toda bebida alcohólica y de cualquier sustancia química que forme hábito y altere el ánimo.  Debe evitarse el uso del tabaco en cualquier forma, la marihuana y cualquier otra sustancia que cause adicción. Debemos también abstenernos de actividades como los juegos de azar y la glotonería, las cuales profanan el cuerpo, que es el templo de Dios o dominan  y esclavizan el espíritu que ha sido libertado en Cristo (Proverbios 20:1; 23:20-35; Isaías 28:7; I Corintios 3:17; 5:11; 6:10; II Corintios 7:1; Santiago 1:21). 

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